Azaleas

Hace ya varios meses que llueve, o al menos eso me parece a mí. Al volver hoy a casa apretando el abrigo contra el cuerpo y escondiendo el cuello a la llovizna helada he pasado al lado de una maceta de azaleas en la esquina de una floristería que se me ha antojado un cachorrillo abandonado bajo la lluvia. Así que después de mirarla un rato, he entrado y la he comprado. He llevado la maleta en brazos a casa con mucho cuidado y la he colocado en la mesa, y al mirarla desde la puerta me he sentido un poco mejor. Pero me ha dado pena apagar la luz y dejarla a oscuras. No sé, no estoy segura de si va a sobrevivir a mi habitación. Pero la necesitaba para tener una excusa para iluminar mi cuarto todos los días. Y ella me necesitaba a mí para librarse de la esquina de la calle y de la lluvia fría. 

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